Aug 30, 2006
Aug 29, 2006
El jueves pasado fue el funeral del papá de mi amiga Vivi. Se llamaba Hugo Cayul, tenía 55 años y murió de cáncer. Yo no lo conocí, pero a juzgar por la cantidad de gente, era una persona harto querida. La cita era a las 12 en el cementerio, pero como algunas personas se vinieron caminando desde el Parque del Recuerdo, donde fue la misa, finalmente comenzó la ceremonia como a la una. Mientras, conversamos en grupos, los que nos conocíamos, algunas señoras se sentaban a la sombra de los cipreces, algunos señores fumaban, uno que otro niño daba vueltas por ahí. Me fui a dar una vuelta por las tumbas, simpre me han gustado los cementerios, desde chica. En Valparaiso íbamos a pasear con el Kiko al cementerio del cerro Alegre y recuerdo haber dibujado en un paredón una mujer de pelo largo que decía algo así como "que delicia estar viva y sentir mi pelo mecerse al viento". Mientras esperaba aproveché de fotografiar algunas figuras santas, algunas coloreadas, otras sufrientes, incluso ciegas. Cuando ya casi todos se habían ido, escuché a dos hombres lagrimosos frente a la tumba de Cayul y uno de ellos decía: "Puta que lo vamos a echar de menos a este hueón".
Aug 16, 2006
Esta casa ya no existe, estaba en la calle Cochrane, antes de empezar Aníbal Pinto. Se quemó hace como 2 ó 3 años, me acuerdo que salió en las noticias que incluso hubo gente dañada, creo que un niño quemado y una señora, que no alcanzaron a salir. No sé qué será de ellos ahora, al niño le iban a hacer injerto con piel de chancho y pedían donaciones de sangre. Maldita hepatitis que me impide donar, pienso cada vez, porque miedo a la jeringa no le tengo. Es usual que se quemen casas en invierno aquí en el sur, las estufas a leña mal usadas son la causa: que no estaba limpio el caño, que se cayó ropa sobre la estufa, que no estaba bien aislada de la muralla, en fin. Cada año lo mismo. La casa me gustaba mucho, tenía unas bellas proporciones y un tamaño justo. Los detalles eran curiosos: un gran zócalo en caso de inundaciones que son el pan de cada día en esta calle en los inviernos (aunque ahora que arreglaron creo que este año no se inundó), el traslapo de las tablas por la lluvia, el color de la madera nunca pintada, la hermosa puerta de entrada con tallados art nouveau y la conexión a la luz, con un artefacto del año del ñauca. Cuando paso por ahí le pregunto a mi marido:¿te acuerdas de la casa que había aquí? y no se acuerda. La memoria es frágil, y si no fuera por esta foto probablemente esta imagen ya casi no existiría en mi recuerdo.
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