Aug 29, 2006


El jueves pasado fue el funeral del papá de mi amiga Vivi. Se llamaba Hugo Cayul, tenía 55 años y murió de cáncer. Yo no lo conocí, pero a juzgar por la cantidad de gente, era una persona harto querida. La cita era a las 12 en el cementerio, pero como algunas personas se vinieron caminando desde el Parque del Recuerdo, donde fue la misa, finalmente comenzó la ceremonia como a la una. Mientras, conversamos en grupos, los que nos conocíamos, algunas señoras se sentaban a la sombra de los cipreces, algunos señores fumaban, uno que otro niño daba vueltas por ahí. Me fui a dar una vuelta por las tumbas, simpre me han gustado los cementerios, desde chica. En Valparaiso íbamos a pasear con el Kiko al cementerio del cerro Alegre y recuerdo haber dibujado en un paredón una mujer de pelo largo que decía algo así como "que delicia estar viva y sentir mi pelo mecerse al viento". Mientras esperaba aproveché de fotografiar algunas figuras santas, algunas coloreadas, otras sufrientes, incluso ciegas. Cuando ya casi todos se habían ido, escuché a dos hombres lagrimosos frente a la tumba de Cayul y uno de ellos decía: "Puta que lo vamos a echar de menos a este hueón".

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