Jul 16, 2010

Soné despierta con un niño de rubias ondas que buscaba a sus padres con una mirada triste y verde, en un día soleado de verano mientras sus manitas sujetaban una goleta de madera. El aire olía a mar, el viento susurraba en las hojas de una palmera, sus pequeños pasos sonaban sobre el senderito de conchitas blancas mientras murmuraba para sí, fantasías de piratas y sirenas.




Foto 1 y 2, Hostería Riechers. Foto 3, Hotel El Castillo. Ambos en Niebla, Valdivia.

La Hotería Riechers era un buen lugar para almorzar a tenedor libre cuando su dueña vivía, hoy atiende sólo como hospedería y sus dormitorios no tienen camas de fierro ni colchones de lana de oveja. Tampoco hay un teléfono con manivela de empotrado a la pared. El otro Hotel antiguo que hay es el Del Castillo, con palmera también, pero funciona recién desde el año 90 y tantos, los objetos antiguos que hay allí son de decoración. La casa era de la familia Kunstmann, quienes llegaban a ella en el vapor Collico, los veranos.

Me contó una lugareña eso sí, que donde está ahora la escuela, frente al gimnasio, había un hotel grande y antiguo, que se cayó con el terremoto del 60, y que tenía bajada a la playa chica. Me contaron también que como antes Corral era puerto importante, había en esa época en Niebla muchos otros hoteles grandes.

El niñito sigue llamando, desde lejos, aunque ya su pelo es blanco y sus ojos pardos. La goleta que lo llevará hasta Niebla partirá luego, una palmera verde lo espera, un fuerte de cancagua, una playa dormida.

Jul 11, 2010


Nos moríamos de ganas de estar en Isla de Pascua viendo el eclipse solar, con un daikiri en la mano, meneando la cadera al ritmo de las olas...pero como dijo Rubén Blades, la vida te da sorpresas...dijeron que en Isla de Pascua estaba nublado y que los cientos de turistas se iban a quedar con cuello, mientras que aquí, en la lluviosa y tormentosa Valdivia, hoy salió sorpresivamente el sol y nos maravilló con su inesperada eclipse. Esta imagen, desde el puente Pedro de Valdivia, pasadas las 5 y media de la tarde, antes de que desapareciera el carro de fuego detrás de los cerros.


Antiguamente, al cementerio alemán se accedía por el río, según consta en esta antigua crónica de 1900: "I el contraste se establece de súbito si les ocurre a los paseantes cruzar algún acompañamiento fúnebre, que en esa ciudad toma la vía fluvial. Se enterraba ese día a una rubia i hermosa joven...El ataud, cubierto de rosas blancas, se levantaba tímidamente, con la timidez de la doncella que yacía ríjida, de la cubierta de la nave; la embarcación cruzaba lentamente por el rio, ese dia mas apacible que nunca, i parecia recibir con un débil quejido el suave peso de la muerta. Allá, esperándola, en las orillas del mismo rio, besado cariñosamente por sus ondas mas calladas, el florido cementerio, de los árboles tristes, de los helechos tembladores, de la pavorosa soledad...Dejámos pasar la fúnebre comitiva, la cabeza descubierta, inclinada al corazón..., pensando un momento más en la joven muerta, en las flores primaverales tronchadas por el cierzo en el instante mismod e agradecer su jenerosidad a la tierra con su primer, más fresco i virjinal perfume. I, en el vaiven eterno de la vida, seguimos, por encontrados caminos, unos al cementerio i otros a las alegrias i encantos del mundo. "Extracto del libro "Un viaje a Valdivia. La civilización alemana en Chile" de José A. alfonso, año 1900.

Jun 27, 2010



Otro encarguito fue conseguir una foto antigua de la quinta Voss, en Picarte, pero antes de buscarla quise ir a ver dónde estaba. Le pregunté a un señor muy amable si conocía la antigua quinta y me respondió "claro, era mía". He aquí al señor Voss. Su quinta, en el sitio desocupado y verde a la izquierda, la demolieron en los 40. Por internet me enteré que "La práctica del Golf en Valdivia se remonta al año 1912, en que integrantes de la colonia británica residente se reunían a jugar en una cancha de 3 hoyos en la Quinta Voss". Imagino las tardes de placer junto a la brisa del río, las señoras de vestidos blancos, los caballeros con sus palos hablando inglés británico, los refrescos bajo los toldos, las risas, las miradas, los perfumes. Pendiente queda conseguir la foto antigua.




Un pedido urgente desde Gringolandia me entusiasmó para ir a ver hoy la calle Huemul, con su cartelito mil veces repintado, su casa esquina de calamina clarita, señal de otros tiempos mejores. Porque se ve que esta calle los tuvo, la casita alemana, con su clásico amarillo-verde y su jardín europeo, tiembla ante la prepotencia de la torre de agua, que los malvados comunistas envenenaron, según me contaron, mientras subían los cubanos con lanchas por el calle-calle. Huemul 520 ya no existe. Todo cambia y se renueva, no siempre para mejor.